La
victoria de Latvala en el Rally de Suecia de 2008 con 22 años le sirvió para
convertirse en el vencedor más joven de una prueba del Mundial. El finés
arrebataba el récord a su compatriota Henry Toivonen, toda una leyenda
tristemente desaparecida, que había ganado en 1980 el RAC británico con 24
años. Seis campañas después llegaría la tragedia.
Año
1986. Revirado rally de Córcega. Los coches Grupo B estaban en entredicho y
había graves accidentes tramo sí y tramo también… Los pilotos llegaron incluso
a ir a la huelga unos meses antes a causa de las deficiencias en seguridad. En el
Rally de Portugal un accidente dejó tres muertos y 28 heridos. Eran otros
tiempos para el WRC.
Toivonen
y su copiloto Sergio Cresto lideraban la prueba corsa desde el cuarto tramo y
tenían la victoria en la mano. El piloto nórdico había marcado cuatro scratch consecutivos… Y eso que tenía algo de gripe. Su Lancia Delta se detuvo en la
asistencia después de 17 especiales. También eran otros tiempos en ese aspecto
y la conducción resultaba extenuante. Se iba al límite. Nada más salir del
parque cerrado comenzó a llover, después a granizar. En un momento cambió todo.
Ocurrió
en una zona aislada y sin público, el vehículo del finés se salió de la pista por
un puente, cayó al vacío, chocó con un árbol, se incendió y estalló unos
instantes después. Todo fue tan rápido como su manera de pilotar. Una tragedia.
Pese
a que los ingenieros afirmaron más tarde que el depósito de kevlar y titanio del
Lancia impedía algo así, la realidad fue tozuda.
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En la escena del accidente |
Toivonen
tenía 30 años. Había nacido en 1956 en Jivaskylae, sede mítica del Rally de los Mil lagos. Geográficamente y genéticamente estaba destinado a ser campeón de
este deporte. Su padre había sido campeón de Europa de rallys en 1966. Todavía
hoy tienen un récord difícil de igualar, padre e hijo ganaron en Montecarlo con
30 años de diferencia.
Una
placa recuerda la tragedia en Córcega. 24 horas después de la muerte de
Toivonen y Cresta, la FISA
finiquito los coches Grupo B, limitó las etapas y puso en marcha una serie de
medidas de seguridad.
Henry
con 24 años había ganado el RAC en 1980 con cinco minutos de ventaja sobre
Mikkola. Pilotaba un Talbot Sumbeam Lotus en una embarrada campiña galesa. Su
conducción era espectacular, todo un ejemplo de esa escuela de los “finlandeses
voladores”. Los aficionados le adoraban. También se ganó fama de rompecoches, por un ímpetu que le hacía ir
al límite… Una historia amarga, que nos recuerda lo duro que es este deporte.
No me quiero olvidar del copiloto. Un simpático norteamericano que se había
salvado por los pelos de sendos y graves accidentes con Andrea Zanussi y con
Bettega (que murió) y que terminó su carrera con Toivonen. Descansen en paz.
Fran Díez