Llegó muy tarde al patrocinio
deportivo, pero terminó encantado con la inversión. Fue en 2007
cuando su banco desembarcó en la Fórmula 1, la disciplina que logró
cambiar su concepto del mecenazgo deportivo. Para entender cómo
Emilio Botín veía en sus inicios la aportación de dinero en este
tipo de patrocinios resulta muy ilustrativa una anécdota con el
golfista Severiano Ballesteros, que terminaría casándose con su
hija. El deportista de Pedreña no era un desconocido para la familia
Botín, su padre fue caddie de Emilio Botín y cuidaba la casa y el
jardín que el banquero tenía en Pedreña. Tenían una relación muy
estrecha y familiar, de jefe-empleado, pero cordial. Uno de los
hermanos de Seve era el profesor de golf de la familia y se veían
constantemente. Cuando Seve comenzaba a despuntar necesitó ayuda
económica para dar el salto al profesionalismo. Emilio Botín le
ofreció unas condiciones leoninas: le prestaba 25.000 pesetas a
cambio del 75% de sus ganancias en los torneos que iba a disputar.
Usura deportiva. Un trato inaceptable, pero el banquero no “tiraba”
el dinero. Afortunadamente, para el genial golfista cántabro el
doctor César Campuzano, su mecenas, le prestó 500.000 pesetas a
fondo perdido, sin intereses ni cláusulas, y pudo viajar a Sudáfrica
rechazando el ofrecimiento del poderoso empresario, que tardaría
muchos años en entender lo que significa el patrocinio en el
deporte… Dejar dinero a una persona querida sin motivo no lo llegó
a entender nunca. Llevaba los negocios y la banca en la sangre.
Emilio Botín prefirió orientar ese
tipo de inversiones “publicitarias” o desgravatorias en
educación, sanidad y cultura. Lo otro era un juego. Precisamente,
una persona que dedicaba bastantes horas al golf y que se interesaba
un poco por el fútbol, como un aficionado más. Unos días antes de
su muerte jugó con 79 años a algo parecido al fútbol en Turín.
Incluso se vistió de corto con la equipación de la Juve en un
partido organizado por el presidente de la Fiat, John Elkann. «He
intentado tirar el penalti como Messi, he mirado a un lado y he
chutado al otro, pero no ha entrado», contaba entre risas. La
experiencia le gustó mucho.
No fue nunca un gran apasionado del
balompié, pero seguía con interés las noticias en la prensa y era
de los que miraba los resultados del Racing de Santander, el equipo
de su tierra. Luego trataba de mantener el equilibrio entre el Real
Madrid y el F.C. Barcelona, quizá para no perder clientes. Admiraba
mucho a Leo Messi y se dejaba caer por el palco del Santiago
Bernabéu, en muchas ocasiones con motivo de la visita a la capital
de los racinguistas. Siempre dijo que era su equipo.
El banco se decidió a apostar por el
fútbol para entrar en el mercado sudamericano. Enseguida entendieron
los directivos que allí el fútbol era la “religión”
mayoritaria. Y el Santander tenía que entrar a lo grande en ese
mercado: financió la mejor competición, la Copa Libertadores, el
equivalente a la Liga de Campeones. Ocho millones de euros. El
empresario cántabro afirmaba: «El Santander es el banco del fútbol
en Latinoamérica». Y para ser el embajador del proyecto el elegido
fue nada menos que Pelé, uno de los mejores futbolistas de la
historia. Luego patrocinarían también a Neymar, la estrella
emergente y el resto de competiciones continentales de clubes y
selecciones.
Pelé y Emilio Botín posaron juntos
con sus chaquetas rojas y un balón en una imagen que reafirmaba esa
tesis: el banco del fútbol.
En su tierra siempre se preguntan por
qué no invirtió nunca en el club de su ciudad, en su equipo de
niño. Incluso llegaron a preguntárselo en una Junta General de
Accionistas de la entidad. El banquero explicó claramente que una
cosa era el banco y otra su persona, que la entidad no podía
invertir dinero en un club que no podría otorgarles ninguna
rentabilidad, que sus accionistas nunca se lo perdonarían. Y en
cierta medida tenía razón. El fútbol español era en aquellos años
un coladero de dinero y un equipo pequeño en un mercado que iba casi
a abandonar, en plena expansión, no era el mejor proyecto de
marketing. El banco y la ciudad ya se asocian por sí solos.
Curiosamente, en el último año de su
vida se interesó de nuevo por el club de fútbol. No como banquero
sino como Emilio Botín, a título personal. También es importante
destacar que ahora su percepción del marketing deportivo había
cambiado radicalmente gracias a la Fórmula 1.
Fue a raíz del plante de la plantilla
del Racing en Copa del Rey ante la Real Sociedad y la liberación del
club, que había caído en malas manos y era víctima de una gestión
nefasta que lo había desmantelado. Aquel gesto de dignidad dio la
vuelta al mundo. Existía un sentimiento de racinguismo insólito en
la región. Cantabria amaba al Racing y también Emilio Botín. El
banquero, motu proprio, contactó telefónicamente con gente cercana
al club y se interesó por la situación financiera del equipo, que
había logrado el ascenso a Segunda División. «¿Cómo puedo
ayudar?», llegó a preguntar. El empresario, bordeando los 80 años,
sabía ya que no le quedaba mucho tiempo y explicó que lo tenía
todo, pero que quería ofrecer algo más a la sociedad de su ciudad y
también al Racing, ya que había percibido que era algo que calaba
mucho en el sentimiento de la gente, también en él. Tal vez su
Rosebud. El marketing deportivo ya le había conquistado y quería
dejar algo más que su Centro de Arte, que había sufrido críticas
por parte de algunos sectores de la sociedad debido a su ubicación.
Se estudiaron varias fórmulas de
manera informal para plasmar su colaboración con el Racing. No era
el Banco Santander quien participaría en este apoyo sino Emilio
Botín a título personal. Se habló incluso de bautizar el estadio
de El Sardinero con su nombre para compensar una inyección
económica, de buscar inversores para el club, poner al Consejo de
Administración en contacto con empresas que invirtieran en el Racing
de la mano del Banco Santander, o de que participase en la futura
ampliación de capital del club él mismo de manera individual con
una pequeña cantidad, nunca haciéndose con el control del club ni
mucho menos. Su fallecimiento repentino fue un varapalo de
dimensiones considerables para el Racing. De todo esto seguramente no
quedará nada ya que eran conversaciones, aunque el empresario se
mostraba ilusionado con la idea. Los negocios buenos ya les había
hecho, así que aquello era un pequeño juego.
Aunque muchos aficionados racinguistas
no comprendan que Emilio Botín si era uno de ellos, más o menos
tibio, pero que quería al club, es lógico pensar que el Banco, del
que no es dueño, no invirtiera en el equipo de la ciudad. Sí lo
hizo en 1949 cuando se formó uno de los grandes conjuntos
verdiblancos de la historia. La llegada de Manuel San Martín a la
presidencia del club fue la clave. Este empresario hostelero, que
había hecho grande a la Sociedad de Remo de Pedreña, entendía que
había que conformar proyectos ganadores que ilusionasen a la gente y
arrastrasen a mucha gente. Lo hizo con la famosa trainera Castilla, a
la que Franco entregó varias veces la Bandera de La Concha, y
también con el Racing. El dinero salió de unos créditos bastante
favorables del Banco de Santander avalados por el propietario de La
Austríaca. Es cierto que eran créditos y que la entidad ganaba
dinero con ellos, pero también que se apostó por un proyecto que no
todos veían en aquellos años. Aquel Racing de los Alsúa,
Echeveste, Ruiz, Herrero, Nemes, Joseíto o Mathiensen ha perdurado
durante décadas en la memoria colectiva del racinguismo. Es algo
eterno.
Como salió bien, el padre de Emilio
Botín prestó también dinero en una condiciones muy favorables al
Fútbol Club Barcelona para que construyera el Camp Nou en 1957. El
precio inicial del estadio, 67 millones de pesetas, se disparó de
una manera brutal hasta los 228. El club presidido por Franscesc
Miró-Sans encontró el apoyo financiero en la entidad montañesa,
que tuvo la exclusiva de tesorería y financiación del club catalán
durante diez años. Los créditos blandos para ayudar a los socios
culés a financiar los abonos de varias temporadas ‘adelantados’
para pagar las obras del estadio sirvieron para que el Banco
Santander aumentará mucho su popularidad en la Ciudad Condal. La
expansión de la entidad bancaria fue brutal y el Santander abrió
once nuevas oficinas en Barcelona.
Su hijo llegó más tarde a comprender
el valor de la inversión en el deporte pero no hace mucho tiempo
afirmaba sin rubor que «ganaba cinco euros por cada uno invertido en
el circo de la F1». Tal vez eso terminó por convencerle.
El Santander entró la Fórmula 1 con
la llegada del asturiano Fernando Alonso a McLaren. El banquero
terminaría siendo un gran amigo del piloto asturiano. Cuando Alonso
dejó la escudería británica y marchó a Ferrari, Emilio Botín le
siguió y firmó un patrocinio de 40 millones de euros desde 2010 a
2017 con la escudería de Il Cavallino rampante. «El Banco Santander
es hoy a la banca lo que Ferrari es a la Fórmula 1: un símbolo de
tradición, éxito y fortaleza», valoró el empresario.
Emilio Botín no tardó en convertirse
en un verdadero tifosso ferrarista. «El patrocinio de Ferrari es la
mejor acción de marketing de la historia del Santander», se
jactaba.
Unos años antes había tenido una
incursión en el motor con el Mundial de rallys echando una mano al
piloto Dani Sordo, que es también de Puente San Miguel. Era algo
local. El joven piloto, y vecino, necesitaba dinero para correr el
Mundial de rallys y lograron sacarle algo, muy poco, al banquero y
sin que tuviera muy claro que era aquello de los rallys. En una rueda
de prensa en la Universidad de Cantabria le preguntaron por el
acuerdo y su respuesta fue: «¿Ese quién es, el de la motos o el de
los coches?». En cambio, la F1 le conquistó completamente. Se movía
por el paddock como pez en el agua. Además de su alianza con Ferrari
la entidad financiera era el patrocinador principal de los grandes
premios de Italia, Reino Unido y Alemania, y colaboraba también de
manera importante con los de España, Europa y Brasil. Emilio Botín
disfrutaba del espectáculo e incluso aprovechaba para captar
clientes entre los millonarios… No podía renunciar a esa faceta de
tendero de ultramarinos siempre al quite.
El Banco se había introducido en el
mundo del mecenazgo deportivo a gran escala casi por obligación con
el primer plan ADO de 1992, el primer programa de preparación
olímpica que fue pieza clave en las 22 medallas logradas por España
en los Juegos Olímpicos de Barcelona. El Gobierno “obligó” a
los grandes empresarios del país a invertir en deporte y por una vez
los atletas españoles pudieron dedicarse a entrenar en serio sin
preocuparse de ganar dinero para vivir. Poco a poco, el Santander fue
convirtiéndose en uno de los tres patrocinadores deportivos más
conocidos y con mayor visibilidad dentro y fuera de España, aunque
la cultura o la educación siempre estuvieron por delante hasta esta
última década.
En 2004 hubo un primer intento de gran
patrocinio deportivo que salió bastante mal. Fue en el ciclismo, en
el Tour de Francia, con el equipo Illes Baleares-Banco Santander,
dirigido por Eusebio Unzué. Fue también algo heredado del Banesto,
que solamente se mantuvo en aquella ronda gala. Dos años después la
entidad encontraría con McLaren Mercedes su camino. Emilio Botín
también quiso que su banco se sumara al proyecto olímpico de Madrid
2020, aunque seguramente más por “compromiso” político con el
poder que por convicción propia.
El concepto de apoyo al deporte de su
padre fue mucho más modesto y local. Menos estratégico, salvo su
éxito con el Camp Nou. Emilio Botín Sanz de Santuola López fundó
el club Bansander el 15 de febrero de 1957, coincidiendo con el
centenario del Banco. Esta sociedad deportiva para los empleados del
Banco en Cantabria, unos 3.000, cuenta con una subvención de unos
200.000 euros para el colectivo y abarca muchas disciplinas
deportivas para niños. No hace mucho su sección de fútbol “rompió"
una colaboración histórica con el Racing para firmar un convenio
con el Real Madrid.
Su último “favor” deportivo a
Cantabria fue el apoyo al Mundial de vela de Santander. La firma del
patrocinio se produjo el día antes de su muerte aunque desde el
principio mostró su apoyo al evento. En la ceremonia de inauguración
se guardó un minuto de silencio por su fallecimiento. El Banco
Santander era el principal patrocinador de la cita con medio millón
de euros y el propio Emilio Botín influyó ante la ISAF para que la
ciudad fuese elegida sede del Mundial de clases olímpicas de vela.
El Banco patrocinó también una edición la Copa América con un
millón de euros. En aguas santanderinas participó un Botín: Diego,
una de las jóvenes promesas del equipo olímpico español. La
familia está también muy vinculada al mundo de la vela, sobre todo
gracias a Marcelino Botín, hijo de Jaime, uno de los diseñadores de
barcos de competición más importantes del mundo. Otro de los
jóvenes de la saga, Marcelino Botín, es una gran promesa del surf.
En Cantabria, el banquero apoyó la
creación de un torneo de bolo palma, el deporte vernáculo de la
región, aunque el certamen se creó a instancias de su amigo Alfonso
Ussía, que “lío” al banquero con el invento durante una cena.
El trofeo Campeones del Banco Santander es el mejor dotado
económicamente de todos los que se celebran en esta disciplina, el
ganador se embolsa 15.000 euros. Este año ha cumplido 18 ediciones.
El banquero acudió en alguna ocasión a presenciarlo, pero tampoco
fue un asiduo de los corros bolísticos. Nada que ver con el circo de
la F1.
Al margen de la F1 la pasión del
banquero fue el golf. Emilio Botín tenía una curiosa forma de
jugar: a la carrera. Así que su caddie terminaba con la lengua
fuera. Siempre tenía prisa, no había tiempo para la pausa. En la
familia es una tradición recibir clases de golf desde niños y casi
todos los miembros del clan practican este deporte. Uno de los hijos
de Seve incluso a nivel profesional. El Real Club de Golf de Pedreña
fue el campo en el que más veces jugó Emilo Botín, pero se sentía
muy orgulloso del campo que ordenó construir en el corazón de su
ciudad financiera de Boadilla del Monte. Un circuito que diseñó el
famoso Rees Jones para mosqueo de Severiano Ballesteros, que se
mostró muy defraudado porque no le hubiera llamado a él, ya que
también tenía una empresa de diseño de campos de golf. Es el campo
más largo construido en España (6.900 metros de longitud). Nunca
patrocinó nada que ver con el golf, su pasión. Quizá porque a lo
largo de su vida nunca creyó en los patrocinios deportivos... hasta
que descubrió su rendimiento.
En sus últimos años aprovechó para
jugar más al golf, pero aunque disponía de más tiempo seguía
recorriendo los hoyos acelerado. «Voy a aprovechar el brillante
equipo que tengo al frente del Banco para hacer más deporte, viajar
y pensar», aunque realmente nunca dejó de trabajar. Siempre fue tan
competitivo como una estrella del deporte: «La banca es como un
juego y al final siempre gana el mejor». Heredó el séptimo banco
español y lo convirtió en el primero de Europa y décimo del mundo.