Ruy López de Segura

Luigi Mussini pintó en 1886 una representación 
de la partida entre Ruy López y Leonardo

El extremeño Ruy López de Segura fue el primer campeón del mundo de ajedrez, aunque su figura se ha ido diluyendo a través de la historia. «Si hubiera nacido en Francia o en Alemania seguro que sería objeto de permanentes homenajes», asegura el periodista Leontxo García. Fue un niño prodigio que cambió la concepción de este juego y sin él, posiblemente, el ajedrez actual no sería lo mismo. Fue un campeón mundial oficioso ya que no existía un campeonato mundial como tal, pero sí que se celebró un certamen muy parecido a lo que sería una competición entre los mejores del planeta.

Este ajedrecista llegó al mundo en Zafra en el primer cuarto del siglo XVI, tal vez sobre 1527, no queda muy claro el año exacto de su nacimiento, y fue toda una celebridad por su manera de jugar al ajedrez, aunque también destacó en otros campos, principalmente como humanista y gramático.

Placa en la casa natal de Ruy López de Segura en Zafra
El pacense es conocido mundialmente por su tratado de título kilométrico: 'Libro de la invención liberal y arte del juego del ajedrez, muy útil y provechosa para los que de nuevo quisieren aprender a jugarlo, como para los que ya lo saben jugar'. Su denominación se suele acortar en la primera coma y fue publicado en Alcalá de Henares el 28 de febrero de 1561 en la imprenta de Andrés Angulo. El libro tuvo un enorme éxito en su época y después se tradujo al italiano (1584), francés (1609, 1636, 1674), portugués, inglés y alemán (1616, 1647, 1722, 1749). Esta obra figura como uno de los primeros libros de ajedrez publicados en Europa y puso buena parte de los cimientos del juego actual.

De los detalles de su vida se sabe bastante, pese al trascurrir de los siglos. Sus padres fueron mercaderes acomodados, con casa y escudo en la Plaza Grande de Zafra. Fue clérigo de la parroquia de la Candelaria en la localidad extremeña y más tarde pasó a la corte de Felipe II como confesor, consejero real y sobre todo, maestro de ajedrez. Principalmente fue llamado por su buen hacer en los tableros ya que el monarca era un gran apasionado de este juego y por sus posibles aplicaciones a la estrategia militar real. Entre las distinciones y regalos del monarca a Ruy López figura un collar de oro con una torre de ajedrez. Se cree que estuvo vinculado a la Universidad de Alcalá de Henares como profesor.

Se puede decir que fue el primer campeón del mundo porque en un viaje a Roma en 1560, para asistir a la elección del Papa Pío IV, venció allí a los grandes jugadores de la época. El español tenía solamente 20 años y los italianos estaban considerados como invencibles. Ruy López se había iniciado desde muy pequeño en el ajedrez, como todos los genios, y había estudiado lo poco que había sobre la materia, como el libro del luso Pedro Damiano de 1512, al que rebate y mejora en su obra. El español revalidó su título cuando en 1573 viajó de nuevo a Roma, en esta ocasión durante el pontificado de Gregorio XIII, para derrotar de nuevo a los grandes maestros italianos, entre ellos Leonardo da Cutri.

Juan Antonio Montero, secretario general del club de ajedrez Linex-Magic de Mérida, tiene esta visión del clérigo: «Fue una persona viajera que no rehuyó nunca polémicas ni enfrentamientos. Viajó a Italia, fue un humanista convencido además de un buen gramático, y atacó sin miramientos y bastante despiadadamente a aquellos con los que no estaba de acuerdo. Por ejemplo, al portugués Damiano, cuando cayó en las manos del español el libro de ajedrez que éste había publicado. Para Ruy López, el juego del ajedrez simbolizaba la guerra. No era sino un simulacro de batalla, con dos ejércitos enfrentados. Como en aquellos tiempos los españoles andábamos siempre enfrascados en guerras, concluía que por esta razón estábamos especialmente capacitados para practicar este juego. Viendo los consejos que proponía Ruy López para jugar al ajedrez, está bastante claro que no lo concebía precisamente como un juego de caballeros educados, al estilo del siglo XIX». Y es que los consejos del cura de Zafra son dignos del arte de la guerra de Tun Tzu: «Que siempre el jugador procure de traer a su enemigo lo más fatigado y afligido que ser pueda. Porque trayendolo assi apretado, le cansara la fuerza de la imaginación y le hara cometer errores».

Su libro está dividido en dos partes, en la primera se centra en plantear ese paralelismo entre lo que ocurre en el tablero de ajedrez y la guerra real por lo que incluye consejos de tipo militar u otras artimañas y picardías como procurar que al adversario le dé el sol en la cara: «... quando porna a jugar si fuere de dia claro, y al sol, procure que el enemigo tenga el sol de cara, porque lo ciegue; y si fuese obscuro, y se jugare con lumbre, hazer que la tenga a la mano derecha: porque le perturbe la vista, y la mano derecha que trae por el tablero, le haga sombra: de modo que no vea bien donde juega las piezas». La segunda parte del libro es técnica y se analizan una serie de aperturas, entre ellas la llamada Apertura española o de Ruy López, que aparece como la IX en la numeración de la obra. Esos estudios fueron fundamentales para el progreso del juego y se han considerado como base fundamental de la teoría ajedrecística. Su apertura sigue vigente todavía y ha sido analizada y puesta a prueba en la práctica del ajedrez moderno por los más grandes maestros.

El historiador Joaquín Pérez de Arriaga cree que «fundamentalmente el gran valor de la 'biblia' del ajedrez de Ruy López reside en su capacidad para establecer el sistema de enseñanza de las aperturas. Recopiló todas las maniobras y técnicas para fijar la línea principal del juego y añadió muchos movimientos de su propia cosecha inventando dos docenas de aperturas». Eso sí, para Pérez de Arriaga la llamada Apertura española no sería suya como se sostiene 'oficialmente' sino que «fue obra de Luis Ramírez de Lucena, aunque esto sin embargo no le resta méritos porque diseñó muchas variantes y cimentó una teoría que fue referencia y espíritu del ajedrez durante más de dos siglos, hasta que el música y ajedrecista Philidor dio otro impulso al juego con nuevos tratados de aperturas a mediados del siglo XVIII». Ramírez de Lucena, del que apenas conocemos nada de su vida, escribió el tratado de ajedrez impreso más antiguo que se conserva 'Repetición de amaores y arte de ajedrez' publicado en Salamanca en 1497.


Resulta curioso como Ruy López asocia el buen juego de los ajedrecistas españoles con la capacidad militar del país, por entonces la mayor potencia mundial: «Y por tanto este juego se juega en España mejor que en otras partes, por observarse mejor las propiedades de la milicia, en cuya semejanza esta compuesto este juego».

Sobre el estilo de la época, Juan Antonio Montero considera que «el juego que se practicaba por aquel entonces retrata a la perfección aquel tiempo y aquella forma de pensar: gambitos, apertura italiana, contragambitos y celadas. Ajedrez de guerra, en el que las piezas "nobles" (dama, caballos, alfiles y torres si había lugar) se lanzaban sin demora a la caza del rey contrario. Los peones significaban poca cosa: se les sacrificaba sin miramientos y casi se consideraban como un estorbo en muchas ocasiones. Como ocurrió en una batalla de verdad y no de tablero, la de Crezy, donde caballeros franceses aplastaron sin piedad a sus propios ballesteros genoveses, porque les estorbaban cuando se disponían a atacar al enemigo. Esto ocurrió a mediados del siglo XIV, pero realmente ni el pueblo llano ni tampoco los peones del ajedrez -que en realidad simbolizaban la "carne de cañón" de cada ejército-, gozaron de mucha consideración hasta que estalló la Revolución Francesa y junto a ella la revolución de los peones de Philidor. Las partidas del siglo XVI eran breves y se desarrollaban de modo fulgurante. No duraban demasiadas jugadas y se adaptaban muy bien a la mentalidad de la época».

El título oficioso de mejor ajedrecista del mundo le duró al pacense nada menos que 15 años, aunque lo perdería dos años después de su segundo viaje a Roma. En 1575, Felipe II organizó un torneo en su corte para reunir en Madrid a los mejores jugadores de su reino, que era como decir del mundo, ya que no se ponía el sol en el imperio español. Participaron los italianos Leonardo di Bona (conocido más como da Cutri, su localidad de nacimiento) y Paolo Boi, apodado el Siracusano, junto con los españoles Ruy López y Alfonso Cerón, de Granada. A cualquiera de los tres primeros se les puede considerar como campeones del mundo, o los mejores del momento, en la segunda mitad del siglo XVI. Los historiadores consideran a este evento como el primer Torneo Internacional de Maestros, o al menos el primero del que se tiene toda la documentación. En una de estas partidas es la primera vez que se juega un Gambito de rey.

El vencedor debía ganar tres partidas y aunque Ruy López ganó las dos primeras, Leonardo da Cutri se recuperó ganando las tres siguientes en una gran remontada. El calabrés recibió como premio nada menos que mil ducados, una capa de armiño y que su localidad natal, Cutri, quedará exenta de impuestos durante 20 años. Incluso se conserva una carta de Felipe II, fechada el 22 de agosto de 1575, en la que felicita a Juan de Austria, regente de Italia, por la espectacular victoria de Leonardo. Los dos jugadores italianos, entonces España e Italia eran las dos grandes potencias de este deporte, tienen una biografía bastante curiosa con piratas y muertes extrañas de por medio. «Paolo Boi fue un personaje extremadamente culto, alegre y elegante; Leonardo era un hombre generoso y afable, aunque murió asesinado con 45 años, parece que a consecuencia de los espadazos propinados por un ajedrecista celoso. Paolo Boi también murió de forma violenta, probablemente envenenado, aunque a mayor edad. El primero salvó en una ocasión a su hermano de los piratas sarracenos gracias al ajedrez… Nada menos que ganando una apuesta que le hizo al capitán pirata. Leonardo se salvó a sí mismo, también de los piratas y también gracias al ajedrez, ya que convenció al turco que le hizo esclavo para que le dejara jugar para él, con dinero de por medio. Ganó tales cantidades que su señor, agradecido, le concedió la libertad. Cosas del siglo XVI», relata Juan Antonio Montero.

Como gramático Ruy López de Segura publicó el tratado 'Grammaticae institutiones' (Lisboa, imprenta de Juan Álvarez, 1563). Como el examen de Latín era obligatorio para el ingreso en la universidad aprenderlo era fundamental en la época y los estudios de gramática eran de una gran importancia. En cada ciudad o pueblo importante había mínimo una cátedra y el ajedrecista era uno de los mejores del país por lo que su consideración social era muy alta. El catedrático de Latín Santos Protomártir Vaquero valora al Ruy López como un hombre especialmente culto: «Además del valor intrínseco de su obra de gramática desde el punto de vista de la materia que trata, las referencias y los juicios sobre los autores clásicos es tan amplia, que bastaría esta sola creación para incluir al zafrense en la nómina de los humanistas extremeños. Desde la Epístola nuncupatoria que dirige al ayo y mayordomo mayor del príncipe don Carlos, don García de Toledo, pasando por los amplios capítulos dedicados a la descripción del juego y a sus estrategias y modos de jugar, el libro está lleno de citas, desde Platón y Aristóteles, a Tulio, Salustio, Quintiliano, Prisciano, Casiodoro y la propia Biblia, entre otros. Finalmente, humanista y hombre de su tiempo, no faltan las alusiones a sus contemporáneos: Calepino, Filelfo y al mismo Nebrija». 

La 'Grammaticae institutiones' está dedicada a don Sebastián, rey de Portugal, en esa fecha un niño de nueve años. Tras la epístola nuncupatoria, aparece un prólogo de Enrique Manuel de Portugal, obispo de Evora y fundador de su universidad y más tarde cardenal-rey. «Es un trabajo llevado a cabo en la madurez de su vida. Así lo atestiguan no sólo la fecha de su publicación (1563), sino la relación de amistad con el cardenal Enrique y las abundantes citas de autores antiguos y modernos que evidencian amplias lecturas y conocimiento de lo publicado en su tiempo dan al trabajo una gran altura intelectual», apunta Santos Protomártir Vaquero sobre este manual que probablemente estuvo destinado a servir de instrucción en la lengua latina al mismísimo príncipe don Sebastián. Santos Protomártir Vaquero considera que «la pronta fama adquirida con el tratado de ajedrez y su posición privilegiada en la corte y en Roma, permitieron a Ruy López conocer el estado de la cuestión gramatical de primera mano y expresar su opinión con total libertad». Para este estudioso además de estas dos grandes monografías muy reconocidas Ruy López habría escrito otros trabajos, lo que era habitual entre los autores de gramáticas e incluso él mismo hace mención a ellas en la 'Grammaticae institutiones'. Ruy López también practicó con éxito la modalidad del ajedrez a ciegas, algo que maravillaba entonces y lo sigue haciendo en nuestros días.

Fran Díez

Retrato de Ruy López de Seguro